Shigeru Ban, arquitecto japonés y premio Pritzker en 2014, es el nuevo Premio Princesa de Asturias de la Concordia, según el fallo anunciado esta mañana en Oviedo. Ban toma el relevo del chef José Andrés y su organización World Central Kitchen, premiados en 2021, cuyo trabajo, en parte, complementa y amplía. Si el cocinero asturiano lleva comida a los lugares devastados, el arquitecto japonés les lleva abrigo e infraestructuras.
La elección de Ban tiene un valor simbólico, ya que reconoce la entrada de la arquitectura, tradicionalmente una disciplina en parte autárquica, al debate público de las ciencias sociales: la igualdad de oportunidades, la sostenibilidad, la reparación de las comunidades dañadas… Esos son algunos de los temas que Ban ha tratado en su carrera.
Sin embargo, su figura no es la de un eremita, la de una arquitecto entregado exclusivamente a las obras sociales. Ban es el autor de obras más o menos convencionales como el Centro Pompidou de Metz, y de piezas de experimentación célebres como la Naked House, una casa-hangar en la que los espacios domésticos son como vagones que se aíslan con cortinas y que se mueven por un gran espacio exento. Pero gran parte de su reconocimiento viene de las arquitecturas de emergencia con las que ha dado cobijo a miles de personas, desde Haití o Ruanda hasta Fukushima y los Abruzos.
En realidad, la investigación de Ban en esas arquitecturas ligeras, portables y rápidas, tiene mucho que ver con la tradición de su país, con las paredes de materiales traslúcidos y con el uso del bambú como material constructivo que son habituales en las viviendas de Japón. Ban, que fue discípulo de Ararata Isozaki, ha trabajado en módulos de cartón que se pueden trasladar plegados y se pueden construir en una hora y que son fundamentales para casos de desastres naturales. A menudo, él mismo se ha desplazado a zonas devastadas para levantar con sus propias manos esas viviendas provisionales.
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El trabajo de Ban también ha sido reconocido por su enfoque en la relación con la sociedad. A lo largo de su carrera, ya larga (fundó su primer estudio en Tokio, en 1985, después de formarse en Nueva York), el arquitecto japonés ha sido un ejemplo por su manera de dialogar con los habitantes de sus arquitecturas en un proceso horizontal. Lo que hoy parece una actitud obvia, no era tan habitual hace 40 años. No sólo eso: su investigación en la emergencia le ha valido como un campo de pruebas para la arquitectura en el mundo consolidado. Durante los años en los que trabajó en el proyecto del Pompidou de Metz, Ban instaló su oficina en la azotea del museo matriz, en Le Marais con un tinglado de tubos de cartón y membrana perecederas que parecían dialogar con la fachada original de Piano y Rogers. Después, en Metz, utilizó contáiners de transporte como módulos constructivos.
El trabajo de investigación, el interés por los materiales, el esfuerzo por reducir la huella medioambiental y la atención a los desfavorecidos convierten a Ban en un modelo de aquello en lo que la arquitectura se está convirtiendo. Su elección en el Princesa de Asturias se alinea también con el Pritzker de este año, concedido a Francis Keré por su trabajo en su país, Burkina Fasso.